sábado, 9 de mayo de 2015

La Conquista del Perú

Durante unos quince años, después de que Vasco Núñez de Balboa divisara por vez primera el Pacífico, en 1513, los aventureros españoles habían estado ensanchando los límites meridionales de los territorios explorados por europeos desde Panamá. En 1528, Bartolomé Ruíz se había apoderado de una balsa cargada de tesoros que seguía la costa de Ecuador, y que trajo consigo la promesa de la existencia de una rica tierra algo más allá del confín de los españoles. Las noticias del éxito de Ruíz contribuyeron a que Pizarro, de regreso a España, consiguiera una concesión real como gobernador de la tierra ignota, así como recursos financieros y humanos.

En 1531, la fuerza de Pizarro siguió su camino hasta Coaque, en la costa ecuatoriana, lugar que atacaron y ocuparon. A principios de 1532, se unieron a la vanguardia varios grupos de hombres trasladados por mar y la expedición siguió su camino hasta Tumbes, en la costa septentrional de Perú. En noviembre de 1532, Pizarro había reunido finalmente recursos, hombres y osadía suficiente para ascender los Andes al encuentro del príncipe Atawallpa, de quien se sabía que se encontraba en Cajamarca, junto al camino real de Perú septentrional.

Mapa de Perú

El grupo llegó finalmente a Cajamarca el 15 de noviembre e hizo su entrada en la plaza del centro de la ciudad.
Se decantaron por simularse amistosos y posponer la acción militar para un momento más propicio, pidiendo que Atawallpa declarara su obediencia al rey de España, para realizar así un ataque por sorpresa. El Inca estaba siguiendo el mismo plan de simular amistad y, a continuación, tomar a los españoles como prisioneros. Durante su cautiverio, explicó que había pensado en torturar y matar a cierto número de ellos.

Cuando Atawallpa hizo su entrada en la plaza al final de la tarde del 16 de noviembre, ordenó a los porteadores que se detuvieran en el centro de la plaza y esperó. El fraile dominico Vicente de Valverde, acompañado por el intérprete Martín, se acercó a Atawallpa y comenzó a explicarle cómo había sido enviado para revelarle la palabra de Dios al pueblo de aquella tierra. Valverde entregó al Inca un breviario cerrado y éste sólo consiguió abrirlo después de algunos esfuerzos. Tras conversar brevemente con el sacerdote, Atawallpa arrojó el libro a la tierra y subió a la litera para preparar a sus hombres. En ese momento, Valverde reculó corriendo hacia donde se encontraban escondidos los españoles y les gritó que vengaran la afrenta hecha a la palabra sagrada.

Pizarro dio a los hombres la señal de cargar, y los españoles armados atacaron lanzando su habitual grito de guerra, << ¡Santiago!>> Montados en sus caballos, protegidos por las armaduras y con un armamento muy superior, los españoles eran casi invulnerables a aquella masa de soldados andinos. Atawallpa fue capturado personalmente por el propio Pizarro. En las dos horas de matanza que siguieron, pudieron caer abatidos unos siete mil andinos, los españoles sin embargo no sufrieron baja alguna. Al caer la noche, los españoles mantenían un control completo de Cajamarca.

Como la pasión que los españoles sentían por el oro y la plata se hizo muy pronto evidente, Atawallpa respondió ofreciendo un inmenso rescate a cambio de su libertad. Xérez, el secretario de Pizarro, menciona la intención que el Inca impuso acerca de la opción de llenar una habitación entera con objetos de oro. El volumen de la habitación debería llenarse por dos veces con objetos de plata reunidos en todo el imperio durante los próximos meses. La información que los conquistadores consiguieron sonsacar a lo largo de los ocho meses de cautiverio de Atawallpa les llevó a creer correctamente que podían explotar las divisiones existentes entre dos facciones incaicas. En esa época, Pizarro envió expediciones a Cuzco y al Pachacamac costero. La otra expedición, dirigida por Hernando Pizarro, viajó hasta la costera Pachacamac, donde destruyeron el ídolo oracular. Ambas expediciones, en especial la del terceto a Cuzco, regresaron a Cajamarca con objetos de oro que probaban la riqueza del imperio.

Sala de Cajamarca (habitación que Atawallpa prometió llenar de oro y plata). Fotografía de John Hyslop de la División de Antropología del Museo Americano de Historia Natural. 

A finales de abril de 1533, Diego de Almagro, el compañero de Pizarro, había regresado desde Panamá con refuerzos y estaba también de vuelta la expedición de Hernando Pizarro.

Al final, Pizarro fue presa del pánico y se doblegó a las exigencias de ejecutar al Inca. El sábado, 26 de julio de 1533, Atawallpa fue considerado convicto de traición en un juicio convocado de manera apresurada. Sufrió la pena de garrote inmediatamente, y se salvó de ser quemado sólo al precio de aceptar el bautizo.

Ejecución de Atawallpa. Grabado del siglo XIX. 

Los funcionarios de la corona en Panamá y el propio Carlos V se sintieron ultrajados de que un soberano pudiera haber sido muerto de manera tan escasamente ceremoniosa por un grupo de “don nadies” sociales. Pizarro fue así, convocado a rendir cuentas y obligado a defenderse a sí mismo.

La muerte de Atawallpa dejó a los españoles huérfanos de un líder reconocido que podían utilizar para gobernar por su mediación, por no comentar el desamparo de los incas al no tener soberano a quien recurrir. Pizarro tomó medidas inmediatas para remediar la situación, instalando a uno de los jóvenes hermanos de Waskhar, llamado Thupa Hualpa, como soberano títere. A continuación se dirigieron hacia Cuzco, encontrándose con la primera resistencia militar seria cerca de Hatun Xauxa, en el valle del Mantaro. Los grupos locales se aliaron de inmediato con los españoles y comenzaron a entregarles suministros de los almacenes reales, una práctica que mantendría durante dos décadas. Pizarro acampó durante un par de semanas en la ciudad que, en 1535, se convertiría en la primera capital española de los Andes.

La rapidez de movimientos les permitió sorprender y derrotar a un ejército incaico en retirada estacionado en Vilcashuaman, pero una fuerza de avanzadilla española se vio sorprendida mientras se aproximaba a Cuzco y los españoles sufrieron ahí su primera derrota real en la invasión. Los supervivientes resistieron toda la noche y, con la llegada de refuerzos, pudieron ganar el asedio. Los españoles se aproximaron a Cuzco, los guerreros de Quizquiz consiguieron en un primer momento repelerlos en un paso que controlaba el acceso a la ciudad, pero los incas, desmoralizados, abandonaron pronto la defensa. Sin oposición, los hombres de Pizarro penetraron en el ombligo del universo el 15 de noviembre de 1533, exactamente un año después de haber entrado en el campamento incaico de Cajamarca.

En los días que precedieron a la entrada en Cuzco, los españoles recibieron en bandeja la solución a uno de sus más acuciantes problemas. Manqo Inka, otro de los hijos de Huayna Qhapaq, reclamó para sí el trono, al tiempo que ofrecía a los españoles aparentemente otra figura títere sumisa a través de la cual poder gobernar. Los españoles despojaron la capital imperial de toda su riqueza. En diciembre, Manqo Inka fue nombrado formalmente soberano inca.

El año siguiente, los españoles se encontraron con considerables resistencia ante sus esfuerzos por pacificar aquellas tierras. Especialmente en Ecuador, los ejércitos incas dirigidos por Rumiñahui y Quizquiz llevaron a cabo una serie de prolongadas campañas contra los españoles. Se envió a Almagro a completar la conquista de los Andes meridionales, acompañado por otro hermano de la familia real, Paullu Inca, y por el sumo sacerdote del Sol, Villac Umu.

Manqo Inka, consiguió huir de Cuzco y comenzó a reunir un ejército con el fin de expulsar a los españoles, no solo de la capital sino de todo el territorio. La resistencia alcanzó sus frutos en 1536, cuando se reunieron dos enormes ejércitos para poner sitio a Cuzco y atacar la recientemente fundada Ciudad de los Reyes. Dirigidos por el joven Juan Pizarro, que perdería la vida en el asalto, los españoles expulsaron a los incas de la ciudadela, lanzando ataques a caballo, ascendiendo los muros con escalas y luchando cuerpo a cuerpo. En la costa, el ataque sobre la Ciudad de los Reyes de 1536 fracasó a su vez cuando los comandantes incas fueron abatidos en un ataque directo sobre la ciudad. Huérfano de jefes, en una sola noche, el ejército se dispersó por las colinas.

Los conquistadores poseían enormes ventajas tecnológicas en armamento y armaduras, pero eran los caballos quienes les proporcionaban la mayor ventaja táctica inicial. Los españoles contaban con otra ventaja táctica inicial, su deseo de tomar la iniciativa en cada oportunidad que se les presentaba, exactamente lo contrario de aquella manera deliberativa con que los incas se enfrentaban al arte de la guerra. Hubo asimismo cierto número de elementos culturales que sirvieron a los éxitos tempranos de los conquistadores. Uno de ellos fue la personalizada y deificada naturaleza del liderazgo incaico. Si el soberano era tomado como rehén, sus subordinados quedaban incapacitados para efectuar iniciativas militares.

Durante treinta y seis años después de sus infructuosos esfuerzos por expulsar a los españoles de Cuzco y de Lima, los incas mantuvieron un Estado independiente en Vilcabamba, a unos doscientos kilómetros de cuzco. Fundada por Manqo Inka después de su huida de Cuzco, Vilcabama ofrecía a los incas un refugio seguro para conservar su libertad y fomentar planes para recuperar las tierras perdidas. Vilcabamba cayó finalmente en 1572 ante una expedición organizada por el virrey Toledo. El último soberano inca, Thupa Amaru, cayó prisionero y fue trasladado a Cuzco, donde se le consideró culpable de traición y fue rápidamente condenado a muerte. El 24 de septiembre de 1572, el último de los soberanos incas entró en la plaza con la majestuosidad de sus antepasados para ser decapitado, poniendo fin a aquel linaje que había descendido del sol para gobernar la tierra.

Francisco Pizarro, el arquitecto de la destrucción del Tawantinsuyu, no vivió mucho tiempo para disfrutar de su cargo, duramente conseguido, como gobernador de los nuevos territorios. Pronto aparecieron fuertes desavenencias con su compañero, Diego de Almagro, El Viejo, que le arrebató Cuzco a Pizarro en 1537 e instaló allí a Paullu Inca como un nuevo soberano títere. Este conflicto tocó a su fin al año siguiente, con la muerte de Almagro a manos de Hernando Pizarro, pero los partidarios de aquél se tomaron la venganza matando al propio F. Pizarro en 1541. La última rebelión importante la desencadenó Francisco Hernández Girón, en 1553-1554, derrotado en buena parte de la acción militar de los wankas aliados de la corona española.

Las guerras civiles, los trabajos forzados y las epidemias llevaron la devastación a los pueblos andinos por lo que se refiere a la demografía. En los primeros cuarenta años posteriores a la invasión, la población había descendido en aproximadamente un cincuenta por ciento.

Lentamente, se instaló una administración civil y los españoles comenzaron a tomarse un interés más serio por la cultura andina. Uno de los administradores más sensibles fue Juan Polo de Ondegardo, el magistrado cuzqueño. Las reformas más amplias tuvieron lugar bajo la administración del virrey Toledo, en 1570-1572. Entre los numerosos cambios instituidos por él se encuentra la reducción de pueblos nativos fuera de sus comunidades tradicionales, en aldeas próximas a los centros de los españoles, donde podían controlarse más estrechamente los indicios de rebeliones y las herejías contra el catolicismo.

Poco después del descubrimiento y de la requisa de las momias de los incas, salió a la luz un nuevo movimiento clandestino, llamado Taki Onqoy o “enfermedad del baile”. A lo largo de siglos de dominio colonial, comenzó a tomar forma el mito del Inkarrí. Figura sincrética que mezclaba al Inca con el rey español, un hombre que regresaría a los Andes para liberar a los pueblos nativos de las ataduras a que los había abocado la conquista española.

A pesar de la violencia, de las enfermedades y de las transformaciones culturales que experimentaron los pueblos andinos durante el periodo colonial, el legado del Tawantinsuyu continúa dando forma a los pueblos y culturas del occidente de América del Sur, en especial en las tierras altas peruanas donde son numerosas las comunidades que aún siguen inmersas en modos de vida tradicionales.

Las relaciones que mantienen las personas con la tierra y el cielo conservan aún el vigor que se expresa en el conocimiento, las creencias y los ciclos de ceremonias practicados por numerosas comunidades. Los residentes en núcleos urbanos que se encuentran en las faldas elevadas de las montañas a un día de camino de Cuzco siguen aún los caminos rituales bien trillados que conducen a las cimas de Huanacauri, del Nevado Sinakara y de los picos próximos para hacer sus ofrendas a los poderes antiguos que habitaban el territorio. Es evidente que muchos de los calendarios rituales se han mezclado con los de la Iglesia católica, pero los ciclos se hallan aún acompasados con el ir y venir de las estaciones y estrellas.

Sin embargo, no existe un recuerdo del paso cultural de los incas en la sociedad moderna más dominante que las protestas que rodearon las elecciones presidenciales del año 2000.



Laura Herranz López
Universidad Complutense de Madrid


Bibliografía de Interés:

DE CIEZA DE LEÓN, Pedro. Descubrimiento y conquista del Perú.Buenos aires, JAMKANA, 1984. 


N. D'ALTROY, Terence. Los Incas. Barcelona, Ed. Ariel pueblos, 2003.

H. PRESCOTT, William. Historia de la conquista de Perú. Madrid, A. Machado Libros, S. A., 2006. 







1 comentario:

  1. Está muy bien que os acostumbréis a citar las fuentes de información bajo cualquier contexto o formato.
    Saludos,

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